El verano ‘roba’ un mes a la primavera y el otoño desde 1940

 

La sensación de que los veranos se alargan cada vez más es real según las temperaturas, puesto que el trimestre estival ‘roba’ un mes a la primavera y el otoño en media España desde 1940 e incluso un mes y medio en zonas del este y el nordeste peninsular.

Esa es la principal conclusión de un estudio realizado por Benito Fuentes, meteorólogo de la Delegación de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Valencia.

En su estudio, recogido por Servimedia, Fuentes se propuso comprobar “la percepción entre la población, tanto joven como mayor”, de que “los veranos son más largos y calurosos que en el pasado”.

Este meteorólogo recurrió a la base de datos del reanálisis ERA5 del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, dependiente de la Comisión Europea, que incluye datos horarios desde 1940 hasta la actualidad.

Para ello, calculó la temperatura media diaria del 15 de junio al 15 de septiembre en la península y Baleares, y del 1 de julio al 1 de octubre en Canarias, en ambos casos entre 1991 y 2020.

Después, determinó una temperatura media en lugar de una máxima para no incluir periodos fuera del verano con valores máximos propios de esa estación, pero alejados de un comportamiento típicamente veraniego. Con ello, eliminó los periodos que podrían confundir y prolongar el verano más de lo necesario.

Por ejemplo, algunos días de abril de 2023 tuvieron temperaturas máximas típicas de julio y podría considerarse ese mes primaveral como el inicio del verano. Pero las mínimas fueron propias de la primavera y al calcular la temperatura media se obtuvieron resultados algo alejados del valor medio del verano en la mayoría de esas jornadas.

Posteriormente, fijó un umbral que permitió eliminar días atípicos con anomalías negativas muy bajas, algo que puede ocurrir en lugares con mayor variabilidad térmica estival, como en las costas gallegas y cantábricas.

Con ello, determinó el primer y el último día del año en el que se igualaba o superaba el umbral de temperatura concreto de inicio y final del verano en cada lugar desde 1940 hasta 2022.

“En casi todo del territorio se detecta un alargamiento evidente del periodo estival desde la década de 1940. El aumento es menor en el suroeste peninsular y mayor en el este-noreste, superando en algunos puntos más de mes y medio”, indica Fuentes.

El estudio concluye que, “en promedio, los veranos actuales son un mes más extensos que en el pasado”.

En términos porcentuales, el verano se ha alargado más de un 30% -es decir, un mes- en más de la mitad del país e incluso supera el 50% -un mes y medio- en el este y el noreste. Esta tendencia también se produce en áreas marítimas de Canarias.

Por ejemplo, el verano se ha estirado al menos 45 días entre 1940 y 2022 en zonas del este de Guadalajara, el sur de Soria, la mayor parte de Huesca, el oeste de Teruel, la mitad sur de Tarragona, el suroeste de Lleida, el litoral de Castellón, Ibiza y áreas costeras de Murcia y Alicante.

Por otro lado, ese alargamiento del verano es mayor en la primavera que en el otoño, en general.

Así, el ‘primaverano’ es más notable en el centro y el norte peninsular, con valores que superan los 30 días en algunos lugares. Respecto al ‘veroño’, dura entre dos y tres semanas en las costas cantábricas y mediterráneas.

Fuentes apunta que esa tendencia ascendente del verano se ha detectado sobre todo en las décadas de 1980 y 1990, si bien se pospuso hasta el siglo XXI en zonas del oeste peninsular y Canarias.

“El análisis riguroso de datos confirma que los veranos en España se están alargando de manera alarmante, superando en algunos casos más de un mes y medio. Esto no es solo una percepción subjetiva, sino una realidad respaldada por evidencia científica”, sentencia Fuentes.

El estudio indica que la prolongación del verano tiene “consecuencias devastadoras para el equilibrio ecológico, la salud humana y la economía”, ya que el aumento de las temperaturas extremas y la mayor duración del calor “impactan negativamente en los ecosistemas, aumentan los riesgos de incendios forestales y afectan la disponibilidad de recursos hídricos”.

Fuentes añade que “el alargamiento del verano implica una redefinición de los calendarios agrícolas, ajustes en la gestión del agua, modificaciones en la infraestructura urbana y una mayor conciencia en la prevención de riesgos asociados al calor”.

“Nos enfrentamos a un futuro en el que los veranos sofocantes y prolongados se convertirán en la nueva norma. Es responsabilidad de todos, desde los gobiernos hasta los ciudadanos, tomar medidas de adaptación y mitigación”, concluye.

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