Los supermercados buscan aliados para dar servicios en los pequeños pueblos
Apenas son las diez de la mañana. El sol, inspirado en una fuerza inusitada para un viernes del mes de enero, brilla a las afueras de uno de los muchos pueblecitos que componen la geografía de la serranía valenciana, el de Calles.
Tal como detalla el Periódico de España, el río Tuejar, uno de los grandes baluartes del
municipio, resuena con el rápido movimiento del agua. Al fondo, dos hombres de
avanzada edad dialogan con calma. Parece la única seña de actividad humana que
se detecta en metros a la redonda. Una muestra de tranquilidad. Sin embargo, a
diferencia del de otras ubicaciones, este sosiego tiene una particularidad
manifiesta. Porque transites de una punta a otra del pueblo, el llamativo
logotipo de ese supermercado de confianza que todos tenemos no aparece.
No es un fallo de búsqueda, sino la prueba de una
exclusión mucho más silenciosa que la financiera: la alimentaria. Un problema
que padecen numerosos municipios a lo largo y ancho de la España vaciada, de donde
el pequeño comercio huye con la despoblación y el grande no llega. Un ejemplo
de ello es Calles, una población del interior de Valencia con 431 habitantes
censados que resiste hoy con solo dos comercios alimentarios. Por un lado, una
panadería. Por otro, una pequeña tienda con algunos productos básicos para
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