El cielo se queda sin estrellas: la luz artificial que impide verlas se duplica en 10 años
"Que se quede el infinito sin estrellas",
entonaban allá por 1964 Los Panchos, a quienes solo interesaban el negro de los
ojos y el canela de la piel de la destinataria de su canción. Casi seis décadas
después, los astros siguen ahí, poblando el universo, pero cada vez es más
difícil contemplarlos a causa del incremento de luz artificial por las noches,
mucho mayor de lo imaginado.
Así lo demuestra un macroestudio sobre contaminación
lumínica publicado este jueves en la revista Science, que recoge las
observaciones realizadas por ciudadanos de todo el mundo en los últimos 12
años, entre 2011 y 2022. El brillo del cielo ha aumentado un 9,6% de promedio
anual, mucho más que lo medido por los satélites.
Para ponerlo en perspectiva, el estudio explica que,
la contaminación lumínica es tal que un niño nacido en una zona donde se veían
250 estrellas probablemente vería menos de 100 en el mismo lugar 18 años
después.
Desde hace
años, en muchos lugares habitados de la Tierra, el cielo nocturno no llega a
oscurecerse del todo porque, en su lugar, un crepúsculo artificial causado por la
dispersión de luz antropogénica en la atmósfera lo impide. Este tipo de
contaminación lumínica, denominada skyglow, no solo impide ver las estrellas,
sino que también tiene un preocupante impacto ambiental.
Sin embargo, resulta difícil calcular con exactitud
cómo y cuánto ha crecido la luz artificial, principalmente, porque los
satélites no detectan las emisiones azules de las luces LED que en los últimos
años se han impuesto en todo tipo de iluminación, especialmente en el alumbrado
público.
Además, los satélites son sensibles a la luz que se
dirige hacia el cielo, pero tampoco captan las luces que se emiten
horizontalmente, como los anuncios y la iluminación en las fachadas, que son
las que contribuyen más al skyglow.
"Una red
global de sensores"
Para saber hasta qué punto la contaminación lumínica
está impidiendo la visión de las estrellas, Christopher Kyba, del Centro Alemán
de Investigación en Geociencias (GFZ) y la Ruhr-Universität Bochum, junto a
científicos del centro de investigación para la astronomía óptica NOIRlab (EE
UU) analizaron 51.351 observaciones hechas por ciudadanos entre 2011 y 2022.
En un gran ejemplo de ciencia ciudadana, Kyba y su
equipo pidieron a voluntarios de todo el mundo que participaran en el proyecto
'Globe at Night', en el que debían comparar mapas estelares del cielo nocturno
con lo que la contaminación lumínica les permitía ver en realidad.
"Unidas, las contribuciones de todas estas personas funcionaron como una
red global de sensores", subraya.
La iniciativa obtuvo datos de 19.262 localidades de
todo el mundo, incluidas 3.699 localidades en Europa y 9.488 localidades en
Norteamérica. Según los resultados, el brillo del cielo nocturno provocado por
la luz artificial ha crecido entre un 7 y un 10% al año (lo que equivale al
doble de luz en aproximadamente una década). Esta cifra contrasta con las
mediciones de los satélites, que arrojan un 2%.
"Debe
aumentar mucho la concienciación"
Este "resplandor celeste", apuntan los
autores, tiene graves efectos no solo para la observación de estrellas, sino
también para el medioambiente, dado que muchos procesos fisiológicos de los
seres vivos están determinados por ciclos diarios y estacionales y, por tanto,
influidos por la luz.
"Somos un píxel del Universo": el mapa
interactivo que te permite viajar por el espacio y el tiempo por 200.000
galaxias
"El skyglow afecta tanto a los animales diurnos
como a los nocturnos y, además, destruye una parte importante de nuestro patrimonio
cultural", a la vez que tiene "efectos negativos para la observación
de las estrellas y la astronomía", advierte Constance Walker, coautora del
estudio y jefa del proyecto Globe al Night del NOIRlab.
En una Perspectiva relacionada, Fabio Falchi, del
Instituto de Ciencia y Tecnología de la Contaminación Lumínica (ISTIL), y
Salvador Bará, profesor de Óptica en la Universidad española de Santiago de
Compostela, opinan que el mensaje más importante que la comunidad científica
debería extraer del estudio es que "la contaminación lumínica está
aumentando, a pesar de las medidas que supuestamente se han puesto en marcha
para limitarla".
"Debe aumentar mucho la concienciación para que
la luz artificial nocturna no se perciba como algo positivo, sino como el
contaminante que realmente es", concluyen ambos expertos.
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