Hallan ejemplares del ‘Liquen de los Lobos’ en el Parque Natural de la Puebla de San Miguel
+ TURIA | Se trata de varias poblaciones
abundantes, las primeras detectadas en la Comunitat Valenciana, de un espécimen
muy vulnerable en el continente europeo
La dirección del Parque
Natural del Turia ha hecho público esta semana un hallazgo de relevancia dentro
del inventario botánico de este importante enclave natural ubicado en el Rincón
de Ademuz. Se trata de la localización de un llamativo liquen Letharia Vulpina
y conocido popularmente como el ‘Liquen de los Lobos’, un ejemplar muy
vulnerable en España y que no había sido citado todavía en la Comunidad
Valenciana.
Se trata de un hallazgo
en el marco del proyecto Life Bosques Maduros, cuyo estudio, capitaneado por
Sela Huesca, con la colaboración de Simón Fos, y el equipo del Parque Naturla,
han permitido el descubrimiento.
“Las poblaciones
encontradas en el parque son abundantes y se encuentran en un buen estado de
conservación”, explican desde la dirección, “Se trata de un ejemplar que no se
suele encontrar en el este peninsular y que presentar un preocupante declive de
sus poblaciones del norte y centro de Europa”
"El Liquen de los Lobos"
Probablemente oriundo de
Norteamérica, donde ya era conocido por las tribus indígenas, la historia
cuenta que la toxicidad de este liquen no pasó desapercibida para nuestros
antepasados los bárbaros, quienes lo utilizaron para matar lobos y zorros.
Probablemente en el pasado fuera un liquen bastante abundante sobre todo en el
norte de Europa. Sin embargo, hoy está considerada como una especie muy rara,
prácticamente en peligro, puesto que solo se localiza en áreas muy concretas y
en muy poca cantidad, nada que ver con los troncos de las coníferas densamente
cubiertos de liquen amarillo en el oeste americano.
Se trata de un bonito
liquen fruticuloso de color amarillo citrino intenso, formado por numerosas
lacinias más o menos aplanadas y angulosas, de hasta 12 cm. de longitud,
ramificadas varias veces. El talo se fija al sustrato por un único punto. El
color amarillo se debe al ácido vulpínico, la sustancia venenosa, un metabolito
secundario sintetizado por el micobionte.
En Europa aparece citado
en determinados puntos del cinturón boreal de bosques aciculifolios de Noruega
y Suecia, en el noroeste de Eslovenia (Alpes Julianos), en zonas muy concretas
de los Alpes (Suiza e Italia) y en Yozgat, en el centro de Turquía, siempre
sobre troncos de viejas coníferas (Pinus cembra, Larix decidua...). Últimamente
han aparecido nuevas localizaciones en el Cáucaso, en Chipre y en el norte de
África.
Las primeras
localizaciones de Letharia vulpina en España fueron detectadas en el Macizo del
Teleno (León) y en la Sierra de Francia (Salamanca) donde, curiosamente, vive
como saxícola sobre roca silícea en forma de minúsculos talos. Posteriormente
fue localizado en Riaño (León), en el Bosque de Hormas, donde sólo aparece
sobre grandes troncos muertos y aislados de roble. Yo tuve el privilegio de
colaborar en los primeros inventarios realizados en estas tres localizaciones
durante los años 1992 y 1993. Años más tarde, en el 2007, pude encontrarla
escondida en determinados rincones de los bosques del Valle de Valdeón
(Léon), dentro del Parque Nacional de
los Picos de Europa.
Recientemente ha sido
localizada en puntos muy concretos de la Sierra de Javalambre (Teruel), en la
Sierra del Tremedal (Guadalajara) y en Aigües Tortes (Lleida), siempre sobre
Pinus sylvestris. También ha sido localizada en determinadas zonas de las Islas
Canarias (Tenerife, Gran Canaria y La Palma) sobre Pinus canariensis.
En todas estas
localizaciones aparece en muy poca cantidad, dos o tres talos más o menos
aislados que no crecen por encima de los 3 ó 4 cm. de longitud (en América
algunos talos alcanzan los 15 cm.). Claramente se trata de una especie muy
vulnerable y susceptible de desaparecer tanto en España como en el resto de
Europa.
Probablemente intenta colonizar nuevos ambientes pero sus limitaciones
en cuanto a la dispersión y su dependencia a encontrar árboles grandes, viejos
o muertos, más o menos aislados y bien iluminados, ponen freno a su
recuperación.
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