Los jóvenes se ponen al mando del voluntariado: El estereotipo de la generación de cristal se rompe en la DANA
Dos jóvenes cargan con un mueble durante las tareas
de limpieza de una calle cubierta de lodo por las inundaciones, el 6 de
noviembre de 2024 en la localidad de Catarroja, cerca de la ciudad española de
Valencia (César Manso)
Dos jóvenes cargan con un mueble durante las tareas
de limpieza de una calle cubierta de lodo por las inundaciones, el 6 de
noviembre de 2024 en la localidad de Catarroja, cerca de la ciudad española de
Valencia (César Manso) (César Manso/AFP/AFP)
A menudo son presentados como apáticos y poco
interesados en nada que no sean redes sociales, pero las inundaciones de
Valencia han puesto a prueba el carácter de la llamada "generación de
cristal", los nacidos después del 2000, que han superado la prueba con
creces.
"Han venido cientos, puede que miles, se han
portado estupendamente", explica a la AFP Noelia Sáez, una vecina de 48
años de la localidad valenciana de Catarroja, sobre los jóvenes voluntarios que
este miércoles llenaban de nuevo los caminos a las zonas afectadas.
"Los mayores siempre van a decir que la gente
que no es de su generación son peores, pero ahora que nos han dado una
oportunidad, que ojalá no nos hubieran dado, porque no es una buena situación,
los jóvenes hemos respondido bastante bien", explica a la AFP Ángela
Noblejas.
A sus 19 años, esta estudiante de ingeniería
industrial de Valencia pasó con sus amigas la mañana del martes echando una
mano en Algemesí, a unos 40 minutos de la capital regional en tiempos normales,
y puede que hasta el triple en las condiciones actuales.
Han llevado "sobre todo productos de limpieza.
Botas de agua, como no quedaban, cubrebotas protectores para los pies y todo,
porque hay mucho barro, está todo muy sucio, y ya es un poco perjudicial para
la salud".
- "Nos preocupa la sociedad" -
Rápidamente tras las inundaciones, y en medio de
críticas hacia las autoridades por la lentitud en las labores de rescate, un
aluvión de gente, organizada en redes sociales, decidió, palas y escobas en
mano, salir de Valencia hacia el sur a limpiar calles y casas de los afectados.
Muchos de los voluntarios eran jóvenes.
Noblejas dice haber crecido escuchando a su abuelo
explicar historias sobre "la Riada", como se conoce a secas en
Valencia la crecida del río Turia en 1957 que inundó la capital y muchos
pueblos, dejando decenas y decenas de muertos, y cree que ella está atesorando
ahora historias para sus "hijos y nietos".
"Y yo considero que haber ido, haberme manchado
de barro, haber ayudado, habrá sido mucho mejor que decirles 'no, yo me quedé
en casa sin hacer nada'", estimó.
"Nos preocupa la sociedad", agrega su
amiga Gisela Huguet, estudiante universitaria de informática y matemáticas,
también de 19 años, refutando la acusación de que están "siempre con el
móvil, con las redes sociales, con las nuevas tecnologías".
Un elemento que ha movilizado a los jóvenes es que
la tragedia se ha cobrado tantas vidas y destruido tantas casas, que todos
conocen a alguien que las ha sufrido, muchos de su edad.
Las víctimas y damnificados, recuerda Huguet, son
"gente de nuestro pueblo, gente como nosotros, compañeros de
universidad".
- "Algo con sentido" -
José Antonio López-Guitián, un humorista valenciano
de 61 años más conocido como Tonino, llega también de una localidad afectada,
Massanassa, de ayudar en la limpieza de un fango que cubre su overol azul y sus
botas de agua.
Para él, estos muchachos son efectivamente
"blandos", como piensan muchas personas mayores, pero son el
resultado de "unos tiempos que quizá no son tan duros".
"Son gente de su época, y con sus móviles, y no
tienen por qué ser como de los de antes, cada uno pertenece a una época distinta",
añade López-Guitián.
"Yo creo que, sobre todo, la gente joven lo que
no tiene ocasión es de hacer algo con un sentido", y por unos días tienen
"un objetivo real, y sobre todo que es el de ayudar".
"Nos traen comida, nos han ayudado",
explicó a la AFP Teresa Gisbert, por cuya calle y su casita en Sedaví, llenas
de barro, han pasado decenas de jóvenes voluntarios a ayudarla. Para esta mujer
de 62 años, "son ángeles".
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