Alertan del adelanto de las plagas de procesionaria por las temperaturas
La presencia de oruga procesionaria (Thaumetopoea pityocampa) en los pinos se adelanta un año más de forma sistemática debido a las temperaturas “primaverales” de los últimos inviernos y la escasez de lluvias, consecuencia del cambio climático.
Lo explica a Efe el director general de la
Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANEPCLA), Jorge Galvan
que, también relaciona el incremento de estas plagas, con las restricciones
sobre el uso de productos biocidas.
En las zonas urbanas, se reduce a un único
tratamiento: la endoterapia (inyección en el tronco del árbol de sustancias
fitosanitarias) que, “si bien es una técnica respetuosa con el planeta que
funciona muy bien, también tiene un coste elevado limitante”, argumenta el
directivo.
En el ciclo natural de la procesionaria, que pasa la
mayor parte de su vida en forma de larva, esta solía salir del bolsón de la
copa del pino llegada la primavera, pero ahora, este descenso del árbol hacia
la tierra por la que se desliza hasta encontrar el lugar idóneo para enterrarse
y donde más tarde se convierte en polilla, se está adelantando cada vez más.
Desde Anecpla recomiendan, por ello, sistematizar
los tratamientos de control y prevención realizados por expertos para que no se
produzca una mayor proliferación de la especie.
No solo las temperaturas son más favorables, sino
que el cambio climático ha ampliado también la ventana temporal en la que los
insectos cuentan con un entorno favorable para su desarrollo, lo que explica la
aparición de plagas en momentos que no corresponden a su ciclo biológico,
apunta Galván.
La oruga procesionaria, recuerda, está ampliamente
extendida por toda España y puede llegar a acarrear un importante impacto
sanitario, económico y medioambiental, añade.
Esta especie de lepidóptero amenaza el medioambiente
por su devastadora capacidad para destruir los árboles donde anida y en los que
provoca la defoliación, y supone un peligro para los seres humanos, pudiendo
generar fuertes reacciones (dermatitis, lesiones oculares, urticarias y
reacciones alérgicas…).
También resulta un riesgo para animales de compañía
como los perros, que pueden llegar a ingerir procesionarias, provocando
necrosis de lengua y garganta, y llegando incluso a ocasionarles la muerte.
“Ni siquiera es necesario el contacto directo con
las orugas”, ya que cuando estas se sienten amenazadas o en peligro lanzan al
aire sus vellosidades urticantes (tricomas), como si de “dardos envenenados” se
tratase, explica este experto de Anecpla.
Por ello, Galván ha insistido en la importancia de
cuidar de estas orugas ya que "las procesionarias pueden encontrarse en
sitios por los que paseamos de forma frecuente".
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